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Los espectadores opinan de "Amorío Postrero de Bolívar"




Arturo Uscátegui, comunicador, docente y poeta.


“Amorío postrero de Bolívar es una profunda experiencia de belleza teatral y en los diez años de existencia de la Sala Vargas Tejada, una oportunidad de presenciar la plena madurez de un proyecto, la ficstoria, que interpela nuestra memoria, enriqueciéndola.”  


Adriana Arias, titiritera.


"La obra me pareció bellamente escrita; el grupo creó un tejido entre la actuación, los detalles escenográficos y la dirección que la convierte en un deleite. Como espectadora, la historia se transforma en un destello íntimo y cómico que te conecta profundamente con la trayectoria de Simón."


Rafael Linero, espectador


“Y así, en el ocaso de su vida, aquel que fuera el más grande libertador de la historia americana, sucumbió al encanto y picardía fugaz de Gracielita...”


Yessi Tatiana Peña, espectadora


El recuento de sus logros, sus frustraciones y traiciones le quitan la solemnidad para dar cabida y mostrarnos la humanidad de un hombre como cualquier otro, al propósito celestino de un encuentro.”


Lergoz, artista plástica


Está preciosa; el vestuario, el color, la actuación... Es muy musical y divertidísima.”


Amorío Postrero de Bolívar de la Vargastejada


Por: Leonardo Rodríguez


Asistí al estreno de la nueva obra de la Vargas Tejada,  en La casa de Fu que queda en La Candelaria, una fina comedia sobre los últimos días de Bolivar en su paso por Honda, el principal puerto del río Magdalena, paso imprescindible y crucial para salir de Bogotá hacia el mar Caribe. Esta obra dirigida por el maestro Camilo Ramírez, creada a partir de un texto que les escribió Alberto López de Mesa, es interpretada de manera destacada por Michel Manchego como Bolivar; Jonathan Camero como el anfitrión, el general Posada; Fernando Pautt como el mayordomo de Bolivar; y Arianis Mendoza como Graciela Cueto, la esclava amante.

Esta es una nueva obra de ficción que parte de un referente histórico, como las que escriben, montan y presentan los de la Vargas, las cuales han definido como obras de “ficstoria”; un concepto que ha cobrado relevancia desde hace unos años, produciendo a su alrededor investigadores, dramaturgos, actores y espectadores; roles en los que de alguna manera he podido participar. 

En esta ocasión tuve el gusto de ser espectador del amorío postrero de Bolivar, es decir, de asistir al último enamoramiento del libertador quien se siente seducido por la gracia y la belleza de una esclava, quizás procedente de Cartagena y familiar de los negros que fundaron el Palenque de San Basilio. Una ficstoria muy bien tramada por López de Mesa, en la que presenta a un Bolivar quien, a pesar de estar sufriendo la enfermedad que lo llevaría a la muerte, logra seducir y responder al amor que le despierta Graciela Cueto, una joven mujer esclava que lee, baila y cocina muy bien. Sin embargo, el amorío postrero de Bolivar no solo nos presenta la faceta de amante perspicaz que tenía el libertador, sino también otros aspectos que tuvo que atravesar durante sus últimos días: la enfermedad que lo estaba conduciendo hacía la muerte, la traición de sus antiguos compañeros de batalla y, por otra parte, la lealtad de su mayordomo, de Sucre o de Manuela Saenz.

Otro elemento que quiero destacar de la obra es el espacio en donde se desarrolla y no me refiero al espacio ficcional sino al espacio real, es decir, la casa de Fu, una casa colonial de La Candelaria donde el grupo se ha armado una pequeña sala, en la que caben aproximadamente 15 espectadores, haciendo de la convivio teatral una experiencia muy cercana, una experiencia donde es difícil perderse el más mínimo gesto o la más mínima articulación vocal. En el amorío Postrero de Bolivar la escenografía logra ubicarnos no solo en una sala de una casa colonial, sino que además nos traslada al clima cálido de la región y a las orillas del río Magdalena, donde Bolivar se echa un “chapuzón”, pero además, nos  permite espiar la alcoba principal del libertador. Esta experiencia se logra gracias a la colaboración, en el diseño escenográfico y de vestuario, de Leidy Rondón y el apoyo técnico de Maycol Astorquiza.

Considero un acierto tratar estos personajes históricos desde el género de la comedia sin que por ello pierdan relevancia o permitiendo que las situaciones se banalicen; al contrario, la decisión de tratar la historia desde un sutil tono cómico permite agudizar el interés de los espectadores, quienes disfrutamos de compartir un momento, potencialmente posible, con quien es quizás el personaje histórico más importante de nuestra América.



Comentario acerca de la obra "Amorío postrero de Bolívar"


Por: Paola Quintero


El sábado 13 de octubre decidí asistir, en la temporada de estreno, a la segunda función de la obra Amor postrero de Bolívar, una comedia escrita por Alberto López de Mesa y llevada a escena por el grupo de la Sala Vargas Tejada, bajo la dirección de Camilo Ramírez. Esta obra relata una historia de amor poco convencional en tono cómico. Es la historia del libertador, Simón Bolívar, quien se dirige a ningún lugar con la idea del exilio en el ocaso de su vida, ya mostrando signos evidentes de la enfermedad que lo llevaría a la tumba. Durante su paso por Honda, se hospeda con su mayordomo José Palacios en la casa del gobernador Joaquín Posada, donde es atendido por una esclava llamada Graciela Cueto. Es en medio de las relaciones entre los personajes donde surgen situaciones tan cómicas como humanas, que permiten al espectador ver un Bolívar más allá de la figura del libertador.

El desarrollo de la trama genera encuentros entre los personajes, encarnados por actores que, además de un casting acertado, ofrecen una actuación limpia. Esto se refleja tanto en el trabajo corporal, ajustado al lugar de origen de cada personaje, como en el uso de la voz, donde los acentos y la precisión de la palabra potencian las relaciones entre los personajes. Mientras el mayordomo, José, se muestra competitivo con la esclava cartagenera, ella juega con su seriedad y logra transformar su rigidez y los cuidados que tiene hacia su amo. Por otro lado, Bolívar lucha con su enfermedad, pero confía en el gobernador Posada, un hombre amable y fiel a las ideas del libertador, quien hará lo posible para que su estadía sea la más provechosa, poniendo a la esclava de su esposa a su disposición. Esta mujer, la esclava, con su energía, belleza y la buena sazón del Caribe, llena el espacio de alegría con su música, su baile y su hermosa voz. Es ella quien logra que Bolívar encuentre alegría en medio de su precario estado de salud, e incluso se sienta revitalizado para bailar, comer y algunas cosillas más.

La propuesta de la Vargas Tejada mantiene una estética precisa que nos ubica en la ciudad de Honda. Aprovechan el uso del espacio y las condiciones del teatro cercano para, a partir de la escenografía, construida con materiales de aspecto rústico y colores que equilibran tonos pasteles y ocres, característicos de una ciudad cálida de la época, hacer que el espectador se sienta tanto en el espacio de la hacienda como a la orilla de la quebrada Padilla donde se desarrolla la historia. Todo esto se ve potenciado con el diseño de vestuario y la selección musical, que incluye canciones como La Libertadora, Arremáchalo, El Pájaro, Soy Pelayero, Pie Pelúo, entre otras.

De esta manera, la apuesta de la Vargas Tejada permite reconocer, además de las grandes batallas que lograron la libertad y son mencionadas en algunos parlamentos, a un Bolívar maduro, enfermo, pero sobre todo humano. La propuesta ficstórica aparece vigente en un momento en el que parece que la guerra está por encima del amor.


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